En el norte de Chile resuenan muchas voces; pero, entre todas ellas, hay una que parece no ocupar siempre el lugar que merece: la voz del trabajador, la de aquellas almas que ha construido el norte desde la pampa, el taller, el andamio, el hospital, el aula. Esa voz, hecha de esfuerzo y resignación, de orgullo y rabia, ha encontrado en algunos escritores su forma más profunda de permanencia.
En el contexto del Día Internacional de los Trabajadores, vale la pena recordar que también desde la literatura se ha defendido el derecho a la dignidad y la memoria.
Dos obras nacidas en el norte, escritas por hombres que vivieron y pensaron esta tierra, nos permiten mirar el trabajo no como cifra económica, sino como una expresión humana. Más que textos, La mugre, de Andrés Sabella, y Romance del salitre, de Héctor Pumarino Soto, son actos de memoria rebelde, cantos escritos con las manos sucias de historia.
Sabella, dispuesto entre periodismo, poesía y crónica social, comprendió que escribir era también dar testimonio. Compuso La mugre cuando aún era muy joven, y la obra fue estrenada en 1934 en el Teatro Obrero de Antofagasta. Aunque no circula públicamente, su sola existencia revela una temprana voluntad de resaltar a quienes sostenían la ciudad, y el propio título sugiere una crítica directa a las condiciones materiales y al abandono simbólico. La obra se ha mantenido como un emblema del compromiso por capturar, de manera cruda y sin idealización, la realidad diaria del obrero nortino.
Si La mugre nos lleva a Antofagasta, Romance del salitre, de Pumarino Soto, nos traslada al corazón de la pampa. Publicado en 1944, este extenso poema en forma de romance rescata, con tono lírico y testimonial, la vida del pampino y su entorno. Pumarino, nacido en Calama, usó una forma tradicional para narrar la historia del trabajador salitrero. En versos octosílabos construyó una crónica poética de las faenas, la rudeza del paisaje, la pobreza y la esperanza de los trabajadores.
Más que un simple homenaje, es a la vez una elegía y un trabajo de reconstrucción de identidad. Pumarino Soto no embellece la miseria, y tampoco la convierte en espectáculo. En un país que ha centralizado su historia y su literatura, esta obra es un acto de afirmación regional. Romance del salitre debería ser un texto escolar…
¿Qué nos dicen hoy estas dos obras? Que el trabajo no es sólo lo que hacemos, sino parte de lo que somos. Y la literatura puede resguardar esa identidad cuando otras narrativas la omiten. Claramente, el archivo literario no reside en mármoles de monumentos ni en archivos oficiales, sino en la memoria colectiva.
Volver a La mugre, una obra escrita desde el polvo, y Romance del salitre, la épica del pampino, no es nostalgia: es memoria activa. Volver a ellas es escuchar aquellas voces que, aún bajo el polvo y la distancia, siguen nombrando la dignidad de quienes hicieron posible este norte.